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Aníbal, un joven deportista de 17 años, disfrutaba de una vida saludable y recién había comenzado sus estudios universitarios. Sin embargo, todo cambió un sábado mientras compartía momentos de esparcimiento con sus compañeros en un centro comercial. De repente, el bullicio se transformó en caos cuando se percató de personas corriendo, gritos y el sonido inconfundible de disparos. El pánico lo llevó a correr más rápido y, milagrosamente, logró sobrevivir al resguardarse bajo una persona herida, cuya sangre lo salpicó.
Aunque el atacante fue neutralizado, la experiencia dejó secuelas profundas en Aníbal. Desde entonces, siente una marcada inseguridad al estar fuera de casa. El evento se reproduce constantemente en su mente, desencadenando síntomas como aceleración del pulso, dificultad para respirar y una intensa necesidad de huir ante sonidos fuertes o grupos de personas hablando alto.
Aníbal evita salir, ha dejado de frecuentar centros comerciales y ya no se reúne con sus compañeros. Sus noches están plagadas de pesadillas, y la sensación de pérdida de tranquilidad es abrumadora. Su vida social se limita a video-llamadas, televisión y cumplir con sus horarios de clases, regresando rápidamente a casa.
Su cambio de comportamiento no pasa desapercibido; lo perciben como triste, poco comunicativo y ansioso cuando se ve obligado a salir de casa. Aníbal está experimentando una alteración que afecta sus funciones fisiológicas y relaciones interpersonales, conocida como Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Una experiencia aterradora o extremadamente estresante puede desencadenar una reacción única en cada individuo. Esta situación puede ser personal o presenciada de manera indirecta, incluso enterarse por terceros. La percepción de lo aterrador desencadena una descarga adrenérgica con manifestaciones físicas como aumento de la frecuencia cardíaca, palidez y deseos intensos de huir.
El trastorno puede ser transitorio o prolongarse durante semanas, meses o incluso años. Emocionalmente, el individuo puede experimentar pensamientos recurrentes del evento traumático, cambios de comportamiento como evitar situaciones similares y pesadillas. Estas reacciones emocionales se manifiestan físicamente, afectando significativamente la calidad de vida.
Ejemplos de situaciones aterradoras incluyen accidentes automovilísticos, atracos, pérdida de seres queridos, desastres naturales, entre otros. La evidencia de padecer Estrés Postraumático requiere búsqueda de ayuda profesional, ya que la cronicidad del trastorno puede impactar progresivamente el funcionamiento del cuerpo humano.
La intervención oportuna de un psicoterapeuta puede restaurar la calidad de vida de quienes padecen este trastorno. Si reconoces estos síntomas, la ayuda necesaria puede empezar con un simple clic.
Médico Psiquiatra
Psicoterapeuta
Con mas de 30 años de experiencia.
Regresiones
Bioenergética
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